Estimada clientela,
Y sigo con el tema de los matrimonios, ¡pero esta vez desde una perspectiva más sicológica! Hace poco mi buen amigo El Hombre Impermeable por fin me explicó el significado de un concepto que él maneja para referirse a lo que sucede en algunas relaciones: “las bodas mentales”. Esta idea, que parecería tomada del vocabulario de algún espiritista, se aplica en esos casos en los que…
uno sin estar casado siente como si lo estuviera. Esto ocurre cuando se convive con la pareja por algún tiempo y, sin que medie unión civil o eclesiástica, ¡paaf! de repente uno ya percibe que la pareja lo trata como “marido” o “mujer”: que se acabaron las parrandas; que ahora te organizo tu horario de lunes a domingo; que quiero que en adelante te comportes como mi papá o mamá; que ya es tiempo de que te salgan unos michelines y que comiences a quedarte calvo; etc.
A quienes ya terminaron casados en la boda mental de la que no fueron notificados y que sólo sucedió en la cabeza de su pareja, les quiero decir que no hay mucho que se pueda hacer al respecto, pues como dice la canción “cada cabeza es un mundo”… que, añado yo, podría resultar inaccesible incluso para la más avanzada nave espacial. A esos otros que presienten que su pareja está a punto de someterlos a una boda mental y aún no están listos para dar este paso, les recomiendo que distriagan la atención de ella o él lanzándole unos buenos acertijos cuando pone cara de que ya te está trasportando al altar de su imaginación. Aquí algunas sugerencias clásicas:
-Repito y Repita se fueron al mar, Repito se ahogó, ¿quién quedó?
-¿Cuánto tiempo hace falta para cocer un huevo duro?
-Un hombre estaba mirando un retrato y alguien le preguntó: “¿De quién es esa fotografía?”, a lo que el respondió: “Ni hermanos ni hermanas tengo, pero el padre de este hombre es el hijo de mi padre”. ¿De quién era la fotografía que estaba mirando el hombre?
Hasta pronto,
E.M.A.
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