Fiel y querida clientela de mi mecánica:
Tras años de auxiliar corazones estrellados en las carreteras afectivas que cruzan este planeta, he hecho buen@s amig@s. Ellos, como ustedes, han sufrido desperfectos en esa máquina productora de cariño que es el corazón.
Debo reconocer que, como todo auto que pasa por una reparación, es@s amig@s de este mecánico servidor de ustedes no han quedado igual que antes.
Eso no es necesariamente malo porque los abollones, las reparaciones y las tuneadas nos dan ese aire único a cada uno de nosotros: ¿o es que Tony Montana tendría la misma aura de macho indómito sin su cicatriz en la mejilla? ¿El Guasón mantendría su siniestro encanto, sino tuviera las comisuras de la boca cosidas en su sonrisa de gozo eterno? ¿Alguien concibe a John James Rambo –más conocido como “Rambo” en Afganistán- desprovisto de los cortes diagonales que luce en su carnoso pecho?
Tengo un amigo que sufrió una “vuelta de campana”, coronada por un volcamiento que lo hizo precipitarse en el abismo del desamor, en la base de cuyas fauces flotó durante años en las aguas radioactivas de la nostalgia.
Él ha vuelto, pero sus percances le produjeron una severa mutación. Dejó su nombre y número de cédula para convertirse simplemente en “El Hombre Impermeable”. Ustedes se preguntarán a qué se debe tan curioso denominativo. La razón es simple, en sus palabras: “porque todo me resbala”.
He invitado a “El Hombre Impermeable” para que sea parte del staff de la mecánica y me asista con sus opiniones. Eso sí, lo que caracteriza a E.H.I. es que no tiene “pelos en la lengua” ni se “anda por las ramas”. Su estadía en el infierno le disolvió el diplomático chiquito que portamos los nacidos en esta provincia. Por ello su palabra es descarnada y honesta, todo un “baño de verdad”, como dirían los políticos.
¡Demos un aplauso para recibir a E.H.I que ahora mismo se acerca al zaguán donde opera el cuartel general de mi mécanica!
Con afecto,
E.M.A
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