Hace unos años una amiga me visitaba en mi zaguán, me dijo que le gustaba la decoración –especialmente mi afiche holográfico de Charly García saltando desde un noveno piso- pero que le daría miedo vivir en lugar así. Le pregunté si le asustaba la posibilidad de que los ladrones entren a robar y me dijo que no era eso, que lo que le angustiaba era la posibilidad de vivir sola. Este problema en específico aflige a muchas personas y se expresa en el enunciado: “no me gusta estar sol@”.
“No me gusta estar sol@” significa, en otras palabras, decir “cuando estoy a solas no me aguanto”, “se me vienen pensamientos negativos que me hacen sufrir”, “me aburro”, “creo que no avanzo”, “no siento que recibo la atención que merezco”, y más.
Les cuento que aprender a estar solo ayuda mucho al momento de tener una relación. Esto se debe a que cuando uno no se conoce lo necesario –porque muy pocos llegan a conocerse a fondo- trae a la relación aspectos irresueltos, fantasmas, oscuridades que se convierten en un enigma para el/la otr@. De no entender a ti mism@, ¿cómo puedes esperar comprensión de alguien más?
Con frecuencia se inician relaciones entre dos personas que son unas extrañas para sí mismas. No puedes acercarte más a quien amas porque ni siquiera te has recorrido por dentro, ese trecho mínimo para llegar al/la otr@. El resultado es lo que Joaquín Sabina y Fito Páez definen en una de sus canciones como “la soledad al cuadrado”, o si prefieren el lenguaje de las matemáticas: soledad². Dos mundos, dos soledades juntas, a millones de años luz el uno del otro compartiendo la misma cama.
Todos requerimos, en mayor o menor medida, de los otros. Pero hay que darse un tiempo para estar solo, tarea difícil pero muy útil: si puedes convivir contigo hay más chances de que lo puedas hacer con otra persona.
En relación a este mismo tema les recomiendo que revisen mi máxima 24. ¿Ahora que estoy solter@ me voy a preocupar por mí?
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