Esta máxima se la debemos a Fito Páez, quien la grita con todo su corazón en la poderosa canción ‘El amor después del amor’ –para los que la quieran escuchar, la puse aquí más abajo-.
Todos anhelamos ser queridos, considerados y amados de alguna forma u otra. La alegría de los niñ@s es una demostración visible de este hecho. Estoy seguro de que no hay individuos que nacieron predestinados para traer desgracias o sufrimiento a este planeta. Son influjos negativos que se han repetido en la historia de la humanidad los que gradualmente han nublado el ánimo y las potencialidades de los recién llegados a este mundo.
Los quemeimportistas respecto de si los aman son aquellos que recibieron abusos, malos tratos, desconsideración y pasaron por catástrofes personales de toda clase. Allí también intervienen las distorsiones educativas, los malos hábitos culturales, el ejemplo enfermizo de los adultos cuando se es pequeño –algunas telenovelas tóxicas y lloronas también contribuyen al problema-.
A muchos les pasa lo que al dulce e impetuoso Anakin, quien luego se convertiría en un oscuro personaje que decidió vivir en un lugar muy triste llamado ‘La estrella de la muerte’ por cuyos pasillos circulaba portando un intimidante sable de luz roja y vengativa.
Los talentos y las potencialidades de Anakin fueron encauzados por sus mayores hacia el enojo y la revancha, tal y como le sucede a muchos niños creativos, inquietos y juguetones que terminan usando sus cualidades para agredir porque eso fue lo único que recibieron de los demás.
Las decepciones cristalizan una máscara que repele el afecto y las caricias que pudieran venir de fuera. Al final quien está detrás de esa inconmovible faz se funde con ella. Eso de que “vivimos en una sociedad hipócrita” donde “todos usan una máscara” para mentir y atacar a los otros es curiosamente similar a la historia de Anakin.
La fabula del niño que se convirtió en un guerrero enfurecido de larga capa negra explica mucho de lo que pasa en este manicomio colectivo llamado “planeta tierra”. Sin embargo, la pulsión por amar subsiste y es un bálsamo irreemplazable, conocido desde hace milenios para ser mejores. Por ello aún cabe gritar con Fito que “nadie puede ni nadie debe vivir sin amor”, aunque despiertes a los vecinos si lo haces a media noche frente a la ventana de la chica que amas pero “no te da ni la hora”.
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