Es muy fácil aplicarles a los demás nuestras ideas acerca de lo que entendemos por el bien, el mal, lo justo y lo correcto, en otras palabras nuestra manera particular de entender las cosas. Sin embargo, que alguien nos dé una “cucharada de nuestra propia medicina” puede resultar muy doloroso.
El punto es que tod@s cometemos el error de pensarnos como el centro del mundo y asumimos que los demás tienen que actuar bajo nuestr@s criterios. Esta ilusión se rompe cuando nos percatamos -a veces estrellándonos- que hay una diversidad de maneras de entender aspectos como el amor y las relaciones. Apreciados clientes de esta mecánica que está a la vuelta de la esquina: eviten ser jueces, de pensar que tienen la última palabra, recuerden que no necesitan una relación -que debería ser un diálogo para aprender-, si es que se creen dueños de la verdad suprema…¡para eso basta el monólogo en solitario!
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