Apreciados corazones tuneados por los misterios del amor,
En una entrega anterior me referí someramente a la chica iPod. Explicaba ahí que esa clase de chica para bailar prefiere la pista que está en la región más recondita de su siquis, es allí donde se contorsiona, agita su cabellera de un lado para el otro siguiendo con frenesí el ritmo de la música; en definitiva, aquel apartado de su cabeza donde puede ser quien quiere ser. Todo eso me parece bien y daría gustoso mi voto de mecánico en las Naciones Unidas para que conste como un derecho humano universal. Sin embargo…
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