Apreciados visitantes de este zaguán “on line”,
Esta es la segunda entrega de una serie de artículos dedicados a esas parejas que supieron sobreponerse a cataclismos y tragedias cósmicas para amarse. Si les apetece conocer más acerca de amantes que siguen dándose arrumacos de lo más tranquilos a pesar de que debajo de sus pies se mueven con violencia las capas tectónicas de la tierra, les recomiendo revisar Parejas catastrófico/románticas (1)
Hay gente que se pelea con su pareja por reclamos mundanos: “Te estuve esperando como un perro en medio la lluvia” –esto le paso a Andrés Calamaro-, “Ya no me miras como antes”, “Te noto distante”, “Ahora ya me enojé porque no me das un masaje en los pies”. La pareja de la que les quiero ahora sí que enfrentó fuerzas mayores tales como la muerte y el paso de los siglos. Ellos son Imhotep –profesión sacerdote en el antiguo Egipto- y Ankhesenamon –profesión princesa, también en el antiguo Egipto-.
La relación pasó por una crisis cuando Ankhesenamon fallece e Imhotep, leyendo una fórmula mágica escrita en un papiro, trata de resucitarla, intento que no se concretó por la intervención de algún chismoso que fue con sus cuentos al faraón. Al parecer esto de mantener un romance con muerta no era muy aceptado en aquellos tiempos, de modo que el apasionado sacerdote fue momificado y sepultado vivo.
Los siglos pasaron, unos arqueólogos encuentran la tumba de Imhotep y uno de ellos lee el contenido del pergamino. El resultado es predecible, nuestro obsesivo sacerdote resucita con una sóla idea en su momificado cráneo: devolverle a la vida a Ankhesenamon.
Los enredos van y vienen, se mete en la historia el insufrible galán, como Imhotep está lejos de ser un buen comunicador su mensaje “no pega”, termina incomprendido una vez más, lo persiguen, y a la larga él termina derrotado y no hay resucitada. En cualquier caso, lo que importa aquí es que él lo intentó.
Personalidades obsesivas del tipo que posee Imhotep no se dan por vencidas fácilmente. Mi buen amigo El Hombre de Cro-Magnon me ha dicho que en el museo donde él vive por las noches se escucha al sacerdote rascándose la cabeza dentro de su sarcófago, “craneando” nuevas formas para traer a su querida princesa a la vida para salir a tomar un café, ir al cine, cenar a la luz de las velas, visitar el karaoke, etc.
Hasta pronto,
E.M.A.
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