Curiosos corazones accidentados,
Es momento de engordar la lista de aquellos amores entre seres que provenían de culturas distintas (para leer la primera entrega de esta serie hagan clic akky). En esta ocasión abordaré el caso de dos representantes del reino animal que no sólo tenían idiosincracias opuestas, sino también eran miembros de especies antagónicas.
Me estoy refiriendo a los embrollos sentimentales protagonizados por la Gata Loca y el Ratón Ignacio. De su profesión no hay mucho que hurgar porque los gatos se dedican a ser gatos y los ratones a ser ratones, tareas que cumplen a fondo 24/7/365 sin break para el lunch o vacaciones.
La Gata Loca, como su nombre lo indica, tiene un trastorno que le viene muy bien a la relación que cree tener con el Ratón Ignacio. Es de esas chicas indigo que entienden las cosas al revés, pues sucede que el Ratón Ignacio pasa enojado con el comportamiento de esta felina y trata de ahuyentarla, mientras ella considera que eso es puro amor.
Regularmente Ignacio le avienta un ladrillo a la Gata Loca para desfogar su ira. Ella, después del impacto, aterriza contenta en el piso más enamorada que nunca de su príncipe roedor.
Esta relación sadomasoquista tiene algunas complicaciones más. Por una parte, Ignacio, como todo un Johnny “el trailero”, está casado y tiene tres hijos. Por otra, está el agente Pupp, un aplicado perro policía que vive enamorado de la Gata Loca, quien encarcela a Ignacio cada vez que agrede a la minina.
Aunque estos enredos suenan a “talk show” latinoamericano, resulta que estos tres animalitos viven en el condado de Coconino en Arizona (¡hay que ver la degradación moral que se vive en los EUA!). En esos enormes y desérticos parajes se desarrolla este triangulo pasional de índole ratuna-gatuna-perruna.
Las lectoras feministas de este blog van a tener problemas para contactar a la Gata Loca para darle asesoría legal en temas de violencia intrafamiliar porque ella vive en la década de los cuarentas y ahí no hay correo electrónico. Creo que esta situación se resolverá cuando Matilde, la esposa de Ignacio, se le aviente encima, tal si fuera el enmascarado de plata, a la gata desquiciada que anda coqueteando con su marido. Es una solución muy latinoamericana que además tiene un gran impacto visual en el la vía pública y un “alto nivel de recordación” en el vecindario.
Hasta pronto,
E.M.A.
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