Apasionados corazones a inyección electrónica,
No he parado de razonar acerca de las relaciones entre máquinas, alta tecnología y los afectos humanos. En la última de mis entregas acerca de este tema –favor checar De amores y robots (1): caricias de androide– mencioné que hoy en día -no en un futuro de ciencia ficción donde todos vestiremos overoles de tela aluminio y cascos telepáticos- ya disponemos de máquinas que nos dan afecto/atención o a las que damos afecto/atención.
Ejemplo de la primera situación son aquellos artefactos, que se encuentran en los gimnasios, que tienen una banda sin fin para que trotemos sobre ella y en un pantallita electrónica nos dan ánimo cuando cumplimos una meta en términos de quemar calorías o recorrer kilómetros. En perfecto inglés esos equipos nos motivan con un “well done!” -que en español equivale a: “¡bien hecho, eres un gran ser humano, eres muy proactiv@, tod@ un/a emprededor/a y mereces que tus proyectos se cumplan, que la paz y lo astros estén contigo herman@!”-.
Ejemplos del segundo caso sobran, pues he visto que existen aplicaciones para celulares de pantalla táctil que nos permiten dar afecto a criaturas echas de pixeles que si encontrásemos en la cocina nos darían un susto del demonio. Hace poco me visitaba Camila “La Mujer Hipertextual” y contenta le rascaba la panza a un gato somnoliento que estaba ahí parado en la pantalla de su celular. Honestamente pienso que Camila debe dejarse de esas cosas y conseguirse un novio de verdad, no felinos virtuales o pretendientes vía Skype de los que no se puede saber si se han duchado o usan desodorante o tienen problemas de halitosis.
Todas estas fascinantes digresiones me hicieron llegar al tema de lo robótico como un elemento para conquistar a quien nos gusta. Me estoy refiriendo a usar en la pista de baile el conocido “paso del robot” para atraer la atención de esa “personita especial”.
El concepto de este baile es sencillo de entender. Sin embargo, su aplicación es harto difícil. Digamos que se trata de un arte de “alta tecnología” y por ende de elevada precisión. Es por esta razón que junto a mi refinado cuate el “Hombre de Cro-Magnón” seleccionamos algunos casos para que ustedes sepan cuando el “paso del robot” ha sido efectuado con la perfección de un “reloj suizo” y cuando la ejecución tiene la apariencia de un “vocho” destartalado –Volkswagen modelo escarabajo en idioma mexicano- con aspiraciones de “transformer”.
La calificación va del 1 al 10. Dada su incapacidad para hablar cualquier lengua moderna, “El Hombre de Cro-Magnon” comunicaba la puntuación que le asignaba a los bailarines golpeando con su garrote en el piso de mi zaguán. Veamos si ustedes coinciden con la opinión del hombre que usa la fricción entre dos piedras para hacer fuego y la mía.
Suyo,
E.M.A.
Caso 1
Este caballero piensa que está haciendo el “paso del robot” cuando en realidad se trata de una fusión entre “paso egipcio” con meneo de político populista latinoamericano, ecos de “la Macarena” y salpicado de “baile del perrito”. El resultado “no es ni chicha ni limonada” por lo que el aturdido bailarín se hace acreedor de un 0.8/10.
Caso 2
Cuando el “Hombre de Cro-Magon” vio a estos dos sujetos casi me desbarata la computadora con su garrote. A través de gestos de origen milenario me hizo saber que parecían robots descompuestos y que merecían que los lleven al deshuesadero de chatarra. Como soy comprensivo supuse que estos fallidos androides bailaban así porque se les pasó la mano con el “lubricante social”. Por estas “razones de peso” recibieron un 2.5/10.
Caso 3
Estos sí que son robots “made in japan”. A “El Hombre de Cro-Magnon” le gustó el enfoque escénico de moticiclistas con dipsomanía. Por mi parte, decidí aumentarle la puntuación a estos artistas por la importancia que le dan al tema de la seguridad: usan cascos cuando bailan. Tales cualidades los hacen merecedores de un 9.2/10.
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