Amig@s,
En esta ocasión he decidido añadir un dúo muy célebre a mi galería de parejas que tuvieron que enfrentarse a fuerzas mayores para amarse (para checar las dos entregas anteriores de esta serie favor hacer clic aquí y acá).
Se trata de dos humanos jóvenes y hermosos -de hecho los dos primeros humanos jóvenes y hermosos que habitaron este planeta- de cuyos rostros no guardamos registro, porque en esas épocas no era muy chistoso andarse tomando fotos con la cámara del celular, pues no había mucha gente a la que mostrárselas. Peor aún hacer auto-retratos “estilo japonés”, ya que la gracia de esas fotografías es que la gente que pasa por ahí te vea y diga: “¡Cómo se divierten esos dos, están tomándose una foto estilo japonés!” (le llamo “estilo japonés” porque la primera vez en mi vida que observé a alguien tomándose fotos así fue a dos graciosas japonesas, no estás dos que están aquí abajo a las que las encontré muy sonreídas en “Google Images” y quisieron venirse a este blog para hacer su acto de exhibicionismo).
Mejor volvamos a Adán y Eva. Ellos vivían en un lindo condominio para nudistas llamado “Jardines del Edén”. Todo iba bien, no existían todavía los celos porque sólo había un representante de cada género. Eso evitaba que a Adán se le fueran los ojos con cada fulana que pasaba por ahí o que él tuviera un ataque de enojo al mirar cómo Eva le sonreía al tipo “lindo” que atendía en la pastelería de la esquina. Tampoco había que gastar mucho en ropa o en ir en auto, porque los dos andaban siempre desnudos y no habían autos a la venta. Las nociones de “gordura” y “flacura” no existían, de modo que Eva no sufría por tenerse que comparar con otras chicas y luego torturarse porque había ganado unas libritas. Adán, por su parte, se ahorró ese sufrimiento de compararse con la anatomía de otros hombres en términos de “largura” -creo que entienden a lo que me refiero-.
Todo se hecho a perder por la curiosidad de Eva que insistió en comerse esa manzana dizque orgánica, cultivada sin agroquímicos, que le ofreció la serpiente tan conocedora de las técnicas de venta al cliente y mercadeo avanzado. Adán debió “poner los puntos sobre las íes”, “ubicarla” a su novia, pero no lo hizo y teminaron arrojados del condominio. El resto es historia…la de la humanidad.
Pese a los errores cometidos, merecen un “!hurra¡” porque al fin y al cabo fueron los primeros en experimentar de las cosas del amor y por ser nuestros bisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisbisabuelitos
Con afecto,
E.M.A.
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